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No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo (Groucho)
Decía
el bolchevique Wladimir Ilich, más conocido por el sobrenombre de ‘Lenin’, que “la
mentira es un arma revolucionaria”. Y esta es la práctica que aplican sistemáticamente,
de forma descarada, los líderes secesionistas a nivel catalanista y español.
A
nivel de Cataluña, solo tenemos que oír las declaraciones del señor Puigdemont
o de sus acólitos pidiendo ‘diálogo’. El hecho de que el señor del condado de
Barcelona no se atreva a defender sus ideas disparatadas en el reino de España,
vía Senado, así lo ratifica y le califica como el cobarde que se envalentona
ante sus palmeros y se vuelve pequeñito ante otros líderes políticos.
En la
misma línea, escuchar los monólogos del propio Puigdemont sobre la
independencia, del Junqueras sobre economía, del Romeva sobre relaciones
exteriores o de la Forcadell sobre cuestiones legales en ciertas televisiones
sonroja a cualquiera que tenga un mínimo de sentido común, porque no aciertan
ni una.
Y a
nivel de España, cuando el republicano Tardà, que hace de poli bueno, repite
una y otra vez el mantra de “el pueblo catalán se manifestará en libertad y en
paz” contra el 155, las fotos y vídeos de las ‘bandas de secesionistas’ tocando
cacerolas, golpeando furgones policiales, empujando en piquetes o recitando sus
insultos a voz en grito a las fuerzas de seguridad desdicen su discurso.
El otro, el poli malo Rufián, mientras tanto, hace de bufón.
Yo, personalmente, tras
estas breves reflexiones, pienso que la mejor cita que se les puede adjudicar a
esta caterva de incultos interesados es una del poeta inglés Alexander Pope,
que dice: “El que dice una mentira no sabe que tarea ha asumido, porque estará
obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esa primera”.
Al final, como "la mentira y la verdad no pueden vivir en paz", contra estos señores de la hueca palabrería y del estado virtual se aplicará el espíritu y el cuerpo de la ley constitucional.
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