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La edad no es un asunto
particularmente interesante. Cualquiera puede hacerse viejo.
Todo lo que tienes que hacer es vivir lo suficiente (Groucho)
Todo lo que tienes que hacer es vivir lo suficiente (Groucho)
Desde
este cercano 11 de setiembre, fecha elegida para jubilarme por ser el cumpleaños
de mi peque (cumplirá 18 años) y por ser el último día del curso escolar
2018-2019 en Castilla-La Mancha, muchas cosas van a cambiar en mi vida de lunes a viernes. Y de eso ya
me he estado haciendo a la idea desde que mis compañer@s me hicieron la
despedida a finales de junio.
Algo
a mi favor: tras 34 años de docencia, con 60 años de edad cumplidos (20-abril),
y gracias a una situación especial que posiblemente se pierda el año que viene,
los de la ‘antigua escuela’ afiliados a Muface podemos jubilarnos con 6 años de
antelación a los parámetros que actualmente marca la Seguridad Social y que se
irán incrementando con el paso de los años.
Algo
en mi contra: tras 34 años de trabajo, desde que aprobé las oposiciones (a la
primera) y me puse a trabajar en 1985, he cogido el hábito de levantarme cada
día para ir al instituto y dedicar las seis horas siguientes a impartir clase
en el aula.
Por
lo tanto, por el bien de mi salud física y emocional, debo centrarme en el
firme propósito de ordenar mi nueva vida de jubilado. Sé que por estudios, por cultura, por aficiones y por otras razones NO voy a ser de esos “mayores” que se
meten en un local o cuentan sus batallitas.
Lo
primero, entre otras razones, porque nunca me han gustado los abuelos
que van diariamente a los bares a hacer amistad y cotillear con el que tienen al
lado, a
dar mítines sin sentido o a beber hasta que se les traba
la lengua. Y que si es fumador empedernido o fumador social (yo no lo soy) se sitúa
en la puerta del establecimiento a revolar sus volutas de humo tóxico mientras
contempla vanamente coches o viandantes.
Así mismo, no concibo ir al casino a jugar mi partidita tomándome el café o
el té, con o sin copa, mientras discuto sobre lances de juego o sobre la
realidad socio-política del momento.
Y
lo segundo, porque tampoco me veo ante una zanja o en la parada del bus dándole
a la lengua para opinar sobre el desarrollo de esas dichosas obras o para hacer
comparativa entre estos tiempos y aquellos viejos tiempos.
¿Entonces
qué hacer de lunes a viernes? Teóricamente, la solución está clara y conduce a
una reorganización del antiguo horario matutino laboral. Es decir, ahora podré levantarme
sin prisas, hacer ejercicios de estiramiento, desayunar bien viendo las
noticias, mandar un whassap de TQ a mi pareja (que estará trabajando), dar un paseo
matinal para oxigenarme o ir de compras, poner la casa al día, hacer de padre, preparar
la comida, etcétera.
Y
desde luego, bien sea por la mañana o más tarde, bien sea en pequeñas o grandes
dosis, dependiendo de la musa caprichosa, continuar escribiendo cosas como esta
que escribo ahora o más literarias. Quién sabe si los ‘éxitos pueblerinos o
provincianos’ se convierten, algún día, mientras la fuerza creativa me
acompañe, en extra-territoriales. Este reto poético, así como algunos otros
compromisos prosaicos, estoy seguro que se verán cumplidos a partir del 2020.
Ahora,
gente, tan solo me queda esperar el 11S y, tras lo dicho aquí, tras mi última jornada laboral en activo, ponerlo todo en
práctica desde el día siguiente.
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1 comentario:
¡Y cómo no! Como otras veces, entró doña Haikutanka, tras tomarse su café y humo, para volver a poner una de sus viejas cantinelas, acorde a su lenguaje burdo y chabacano: "...y se le ha olvidado mencionar a doña Pajuela ¡Ay, esa señora tan importante en su rutina del día a día!".
Pero claro, con su bola de cristal, ella lo ve todo y, como adicta al refranero y a los consoladores, "piensa que todos son de su misma condición".
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