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“Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros” (Groucho) / Web que honra a un cómico fabuloso, el cual me enseñó a mirar la vida de un modo menos serio (valen2)

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lunes, 9 de septiembre de 2019

INTENCIONES COTIDIANAS

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La edad no es un asunto particularmente interesante. Cualquiera puede hacerse viejo.
Todo lo que tienes que hacer es vivir lo suficiente (Groucho)

> grafitti de mi hijo mayor Tino con el detalle '60 papá' arriba <

Desde este cercano 11 de setiembre, fecha elegida para jubilarme por ser el cumpleaños de mi peque (cumplirá 18 años) y por ser el último día del curso escolar 2018-2019 en Castilla-La Mancha, muchas cosas van a cambiar en mi vida de lunes a viernes. Y de eso ya me he estado haciendo a la idea desde que mis compañer@s me hicieron la despedida a finales de junio.

Algo a mi favor: tras 34 años de docencia, con 60 años de edad cumplidos (20-abril), y gracias a una situación especial que posiblemente se pierda el año que viene, los de la ‘antigua escuela’ afiliados a Muface podemos jubilarnos con 6 años de antelación a los parámetros que actualmente marca la Seguridad Social y que se irán incrementando con el paso de los años.
Algo en mi contra: tras 34 años de trabajo, desde que aprobé las oposiciones (a la primera) y me puse a trabajar en 1985, he cogido el hábito de levantarme cada día para ir al instituto y dedicar las seis horas siguientes a impartir clase en el aula.

Por lo tanto, por el bien de mi salud física y emocional, debo centrarme en el firme propósito de ordenar mi nueva vida de jubilado. Sé que por estudios, por cultura, por aficiones y por otras razones NO voy a ser de esos “mayores” que se meten en un local o cuentan sus batallitas.

Lo primero, entre otras razones, porque nunca me han gustado los abuelos que van diariamente a los bares a hacer amistad y cotillear con el que tienen al lado, a dar mítines sin sentido o a beber hasta que se les traba la lengua. Y que si es fumador empedernido o fumador social (yo no lo soy) se sitúa en la puerta del establecimiento a revolar sus volutas de humo tóxico mientras contempla vanamente coches o viandantes.
Así mismo, no concibo ir al casino a jugar mi partidita tomándome el café o el té, con o sin copa, mientras discuto sobre lances de juego o sobre la realidad socio-política del momento.
Y lo segundo, porque tampoco me veo ante una zanja o en la parada del bus dándole a la lengua para opinar sobre el desarrollo de esas dichosas obras o para hacer comparativa entre estos tiempos y aquellos viejos tiempos.

¿Entonces qué hacer de lunes a viernes? Teóricamente, la solución está clara y conduce a una reorganización del antiguo horario matutino laboral. Es decir, ahora podré levantarme sin prisas, hacer ejercicios de estiramiento, desayunar bien viendo las noticias, mandar un whassap de TQ a mi pareja (que estará trabajando), dar un paseo matinal para oxigenarme o ir de compras, poner la casa al día, hacer de padre, preparar la comida, etcétera.

Y desde luego, bien sea por la mañana o más tarde, bien sea en pequeñas o grandes dosis, dependiendo de la musa caprichosa, continuar escribiendo cosas como esta que escribo ahora o más literarias. Quién sabe si los ‘éxitos pueblerinos o provincianos’ se convierten, algún día, mientras la fuerza creativa me acompañe, en extra-territoriales. Este reto poético, así como algunos otros compromisos prosaicos, estoy seguro que se verán cumplidos a partir del 2020.
Ahora, gente, tan solo me queda esperar el 11S y, tras lo dicho aquí, tras mi última jornada laboral en activo, ponerlo todo en práctica desde el día siguiente.
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1 comentario:

valen2 dijo...

¡Y cómo no! Como otras veces, entró doña Haikutanka, tras tomarse su café y humo, para volver a poner una de sus viejas cantinelas, acorde a su lenguaje burdo y chabacano: "...y se le ha olvidado mencionar a doña Pajuela ¡Ay, esa señora tan importante en su rutina del día a día!".
Pero claro, con su bola de cristal, ella lo ve todo y, como adicta al refranero y a los consoladores, "piensa que todos son de su misma condición".